El código Sendín

Justo Villafañe. Catedrático de la Universidad Complutense

El denominado código forma-color trata de resumir un debate téorico, cuyo origen se sitúa en los planteamientos de la teoría de la gestalt sobre la mayor importancia de la forma o del color en la organización perceptiva de un estímulo visual. ¿Qué es más importante a la hora de preservar la identidad de un objeto –y por tanto al reconocerlo—su forma o su color? O dicho de otra forma ¿qué se parece más a un cuadrado rojo, otro cuadrado azul o el primero a un círculo rojo?

La percepción –nos dicen los gestaltistas—sigue el principio de la economía en la organización de cualquier estímulo visual: vemos siempre aquello que es más simple, y en el acertijo anterior lo más sencillo es asociar el cuadrado rojo con el azul porque la constancia perceptiva de la forma es más intensa que la del color. Estas dos tendencias parecen estar en el origen de los dos estilos de identidad visual corporativa: el estructural y el informalismo cromático.

El estilo estructural de la identidad visual se caracteriza por el uso de formas de gran pregnancia (regulares, simétricas cerradas, compactas…) y de pocos y discretos colores. El informalismo cromático, por el contrario, enfatiza el empleo de formas visuales abiertas, irregulares, asimétricas y, sobre todo, de los colores parchís.

No existe criterio de valor alguno que, en general, pueda justificar la idoneidad de un estilo sobre el otro. Sí es cierto que las identidades informalistas garantizan un mayor impacto visual y las estructurales resisten mejor la obsolescencia que el tiempo produce, por eso las primeras son muy utilizadas en las identidades de eventos (deportivos, culturales…) y estas últimas son más apropiadas para las identidades corporativas destinadas a durar.

El codigo Sendín, es decir, el estilo de las identidades visuales corporativas creadas por Carlos Sendín en el último cuarto de siglo, no sólo integra armónicamente los dos estilos del diseño de identidad comentados sino que resuelve el otro gran reto del diseño corporativo: la traducción simbólica de la identidad de la organización propietaria de la identidad visual.

En las identidades visuales diseñadas por Sendín se reconocen, claramente, las constantes del estilo estructural –formas pregnantes y un limitado repertorio cromático—pero ello no le impide transgredir ese código estructural y experimentar nuevas formas de identidad visual integrando, armónicamente, elementos característicos del informalismo cromático dentro de estructuras estables y geométricas.

El diseño de identidad de Sendín es, también, muy conceptual debido fundamentalmente a un esfuerzo constante de traducción simbólica de los rasgos identitarios de su cliente, es decir, de aquellos que definen cómo es la empresa o la institución cuya realidad debe quedar simbolizada en un código de formas y colores y en sus correspondientes aplicaciones. Esa traducción de algo, no siempre sensible, a una expresión gráfica constituye la otra fortaleza del diseño de identidad de Carlos Sendín.

Una identidad con identidad, eso es lo que garantiza lo que aquí he venido denominando el código Sendín porque responde a principios enraizados en una práctica conceptual muy reconocible en sus manifestaciones visuales. Lo de menos es que ese conceptualismo esté previamente teorizado o, como es el caso, responda a algo más hondo: una forma de ver la realidad que se corresponde con una manera canónica de representarla. Lo que Rudolf Arnheim denominaba el visual thinking y que no era otra cosa que organizar perceptivamente la realidad y representarla –respetando o transgrediendo el canon perceptivo—de forma que la haga reconocible, incluso cuando la representación no incluya ningún elemento figurativo.